miércoles, 4 de enero de 2023

Mr. Gwyn, de Alessandro Baricco

Jasper Gwyn era un escritor de éxito que en doce años había publicado tres novelas. De repente, paseando por Regent’s Park, se de nítidamente cuenta de que quiere cambiar su forma de ganarse la vida. Enseguida, en un artículo que publica en el Guardian, anuncia 52 cosas que no hará nunca más, entre ellas escribir libros.
 
Pasado año y medio sin dedicarse a nada en concreto, le asaltan crisis de salud y la sensación angustiosa de sentirse perdido, indefenso. Vivía solo, con un único amigo –Tom, su editor– que se ocupaba de protegerlo enviándole una chica, Rebecca, a modo de asistente personal. 
 
Un día de lluvia se refugia en una galería de arte en la que se exponían retratos. Entre esos cuadros, Jasper Gwyn comprendió que el pintor había conseguido llevar de regreso a casa al retratado y, como una revelación, descubrió que eso era lo que quería hacer: retratos escritos (aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo). 
 
Se pone pues manos a la obra, alquilando un local y acondicionándolo como intuye que corresponde y, ayudado por Rebecca (con la que ensaya la primera prueba), comienza a retratar a clientes. Durante casi dos años escribe once retratos, incluyendo el que hace para su amigo Tom agonizante en un hospital. El último es de una chica de diecinueve años; antes de acabar las sesiones, Gwyn desaparece. 
 
Rebecca recibe copia de los retratos y una carta, pero no vuelve a ver el escritor. Pasan lo años, se casa, tiene una hija. Un día, en un libro de su escritora favorita, encuentra un pasaje del retrato que le hizo Gwyn. Las páginas finales de la novela narran el descubrimiento (no completo) del misterio del extraño personaje y su obra. 
 
Novela corta (como todas las de Baricco) que engancha: trama amena y prosa límpida, salpicada de vez en cuando de notas mágicas. Recomendable.

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